domingo, 22 de marzo de 2009

Penumbra

Estaba tan acostumbrada al espacio físico de aquel lugar que, incluso en la oscuridad total hizo falta solo un intento de poner la llave en la cerradura para que la puerta se abriera violentamente ante ella.
Entró en la habitación, sentía su corazón como amarrado por un cordón, lentamente dejó sus cosas caer en el suelo y se sentó contra una de las cuatro paredes,aquella no fue la mejor elección que hizo en su vida, era húmeda, helada.
Recargó su cabeza sobre sus pequeñas manos, sintió que todo su cuerpo se llenaba de una inmensa quietud, pero aún así, su cerebro no descansaba, sus recuerdos se encadenaban uno tras otro, los pensamientos se confundían con la realidad y creaban una cadena de interminables sensaciones.
Eran tantas que su cuerpo no pudo soportarlas, sintió un ardor en todos los músculos de su cara, y de sus ojos brotaron gigantescas lágrimas saladas. Eran incontenibles, se escurrían entre sus manos. Por un momento sintió que algo de todo ello tenía conexión con sus pensamientos, esa situación, o mejor dicho, esa sensación de cuando Él se le escurría entre las manos.

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